Insomnio Reptiliano

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Por fin reuno el valor para realizar mi particular confesión, como los grandes directores de cine pero sin expectación por parte de la audiencia. Y allá va… La cuestión es que durante los primeros años de mi existencia no conseguí dormir en mi cama. Sí, trastornos del sueño, terrores nocturnos… Muchos expertos fracasaron intentando tratar el problema de la peor forma posible, la forma adulta. La desesperación y la falta de horas de sueño convirtieron a mis padres en zombies reversibles cuyo trabajo realizaban de forma automatizada. También intentaron aplicar técnicas descritas por especialistas en la materia que aseguraban el concilio del sueño seguro, pero ninguna funcionó. Qué podían esperar mis progenitores usando libros con títulos al estilo de » Cómo dormir a tu bebé»o «Psicología infantil para dummies», ese material estaba destinado a arder, era carne de hoguera.

Lo que a nadie se le ocurrió fue preguntarme directamente cuál era mi problema. Si bien es cierto, que de entrada existía una evidente barrera idiomática, cuando adquirí el habla y el lenguaje propio de la edad, que si os soy sincera al principio era de lo más precario, nadie me tuvo en cuenta.

Así que mi confesión va de eso, solamente una persona en este planeta es conocedora de mi gran secreto, mi hermana pequeña. Durante cinco años tuve un acosador personal, eso de que hay monstruos debajo de la cama son sandeces y habladurías, pero les aseguro, por experiencia propia, que sí hay reptiles semiacuáticos tropicales podofílicos arañando el somier. Ese arcosaurio, ese cocodrilo glotón, quería devorarme los pies cuando veía que sobresalían de la cama, sentía su aliento pestilente entre mis dedos y gritaba, lloraba o intentaba ajusticiarle con el yo-yo. Mi odisea nocturna siempre terminaba con la aparición de mis padres, y la posterior recolección de mi cuerpecito asustado.

Pero no se angustien, si estoy contándolo es porque logré terminar con todo ese calvario. Todo cambió cuando nació mi hermanita. Ella es mi Morfeo. Mis padres tuvieron la genial idea de situar la cuna en mi habitación para que no me sintiese sola y pudiese dormir, insensatos. Lo que ellos desconocen es que utilicé a mi hermana como moneda de cambio para librarme del cocodrilo, hice un intercambio de lo más miserable: mi libertad por un recién nacido. El cocodrilo aceptó sin dudarlo, y lo más irónico de todo es que cuando intento devorar los pies sabrosos y tiernos del bebé, el olor lo mató, sufrió una reacción anafiláctica y sus restos sirvieron para fabricar un bonito bolso.

Desde entonces, duermo a pierna suelta y con el pie al aire.

 

Relato e Ilustración de Riastone.

 

 

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