Poca gente sabe de la existencia de Hunter, el pingüino pirómano. Nacido en la Antártida y criado en los bajos fondos, siempre fue un ave rebelde cuyos padres decidieron abandonar a su suerte tras fundir todo aquello que se interponía en su camino. Nadie nunca había conocido a un pingüino que le gustase más el fuego que el agua, dejaba rastros de cenizas por donde pasaba, más Cenicienta que la del cuento.
Se cruzó en mi camino cuando vio un anuncio en el periódico en la Sección de “Nuevas Conciencias” en el que se buscaba conciencia para niña de 3 años bajita y con poca credibilidad, y respaldándose en el antecedente de “Pepito Grillo” se prestó a ser entrevistado para lograr ese trabajo a tiempo parcial. No es que tuviese un gran afán de ganar dinero, ni obtener títulos nobiliarios. El primero lo hubiese quemado y el segundo le venía dado por la naturaleza, un Emperador, rechazado por su comunidad, pero Pingüino Emperador, al fin y al cabo. Hunter superó la entrevista con creces, estaba más que familiarizado con la mentira por lo que no le supuso ningún esfuerzo. Hizo un curso preparatorio de 2 horas y media en la “Asociación de Conciencias Anónimas” dónde le hablaron de sandeces y obviedades con fragmentos de «Pepito Grillo» dando lecciones de humildad. El primer contacto que compartimos fue un capón en la cabeza. Me acuerdo como si fuese ayer, Hunter apoyado en la estatua de la Monja Fundadora del patio del colegio con un cigarro en la boca mirándome con desaprobación me dijo:
-Tú, enclenque malnacida, a partir de ahora vas a escucharme.
Yo asentí, le di parte de mi bocadillo de nocilla y empezó a hablarme de estrategia militar, de los límites del humor, de la vida en la Antártida, de la presión que sufren los pingüinos machos en cuanto a la paternidad, de su miedo a volar…
Y así llevamos casi 20 años, Hunter opina de todo sin filtro aparente y yo lo soporto. Hay veces que tiene destellos de genialidad que intentamos focalizar mediante proyectos creativos, pero la mayoría del tiempo es un viejo cascarrabias frustrado que no deja de maldecir a todos y a todo. En mi casa he instalado varios extintores porque ya ha quemado varias macetas y cuando me despisto veo mis dibujos y mis deberes arder. Todos creen que es autosabotaje, pero en realidad soy víctima de una conciencia pirómana que además es un pingüino. Sé que en el fondo siente algún tipo de afecto hacia a mí. A veces me pregunto porque me eligió, en vez de escoger a otro niño más fuerte, más rebelde o con más amigos. Creo que es por que le pasa lo mismo que a mí; cuando eres un ser que mide poco más de un metro, resultas inofensivo, con voz de pito y semblante tierno, nadie te toma en serio. Es mi Sherlock, mi Don Quijote, pero con peor carácter, más suave y para las noches frías de invierno resulta una buena bolsa de agua caliente.
-Qué cursilada.
-Cállate, Hunter.
Relato e Ilustración de Riastone.
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