El fin del Imperio

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De todos los consejos que le había dado su padre antes de cederle el trono, el más importante, el que siempre recordaba, era el que decía que no debía dar nunca su confianza a una bruja.

Y lo incumplió al pie de la letra. Y de tal manera, que al cumplir los veintidós años, recién coronado Emperador de Ilenia, anunció su casamiento con Akane Minase, la hechicera más joven de la corte.

Él decía estar realmente enamorado, pero entre sus familiares y sus seguidores, aunque no se atreviesen a confesarlo en público, estaban convencidos de que ella le había embaucado para convertirse en Emperatriz y hacerse con el poder que se le había negado a todos los que utilizaban la magia.

Nunca se pudo comprobar el amor del joven Liang, todo acabó demasiado pronto.

A dos semanas de la boda, incumpliendo todos los protocolos, el nuevo Emperador cabalgó hasta el bosque Furide, para ver a su amada una última vez antes del enlace. Ella permanecía encerrada como ordenaba la tradición, en el templete de las Trece Viejas, haciendo voto de silencio y ayuno.

Avanzada la noche, se bajó del caballo y se inclinó ante la puerta del templo:

-Necesito ver a la Emperatriz – dijo en tono lastimero, cuando la mayor de las Trece le abrió la puerta.

-Eso no puede ser, señor – se mantuvo firme la Vieja.

Pero al instante ya no pudo anteponerse más. Detrás de ella, bajando a toda prisa, Akane corría para ver a su amado. Se abrazaron y cayeron al suelo mientras se besaban, hasta que ella le apartó y clavándole los ojos le dijo:

-Tenemos que irnos Liang, debemos escapar ya o…

Liang la apartó, no entendía a qué venía todo aquello.

-Lo siento mi amor, ahora te amo, pero no siempre ha sido así, no nos queda tiempo….-susurró ella avergonzada.

Ni siquiera escuchó las explicaciones. Si lo hubiera hecho se habría dado cuenta de que todos los rumores estaban en lo cierto. Akane le había engañado, durante todos los meses que habían estado viéndose en secreto, ella se adueñó de su corazón, y mientras lo hacía descubrió todas las debilidades del Imperio. Sin que él se percatase ella se introdujo en su mente para conocer qué puertas derribar y qué cajas abrir para conseguir derrocar a su futuro esposo.

Y el plan ya estaba en marcha, todos los Magos Olvidados, aquellos que habían sido desterrados por el padre de Liang debido a su incontrolable sed de poder, se habían conjurado ahora con las hechiceras de la corte. Iban a demostrar al fin aquello que el viejo Emperador repetía a su hijo: “nunca des tu confianza a una bruja”.

Liang cabalgó de nuevo hacia el palacio. Subió las escaleras a toda prisa y llegó hasta el balcón. Y desde allí pudo contemplarlo. Todo el bosque que tenía por delante se estaba congelando, las ramas, la hierba y la tierra. Una nube heladora se aproximaba sin pausa. Los Magos Olvidados pretendían cubrir toda Ilenia con una capa de hielo. Y cuando se derritiese crearían un nuevo imperio con la magia en el centro de todo poder.

Y aún sabiendo que todo era fruto de la traición, no agachó la cabeza. Aguantó firme la mirada mientras se le helaban las manos y las piernas. Permaneció impasible cuando el frío recubrió su rostro y mientras comenzaba a enfriarse su sangre.

Su vida se apagaba para siempre y su imperio terminaba con él.

Y aún así, su último pensamiento fue para ella porque a pesar de todo, seguía amándola y sabía que ella le amaba a él.

Arte de: Sandra Molina Juan

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