El sarraceno

The Nereid by SoniaMS

Si hubieseis visto a esa mujer se os habría quitado el hipo de por vida. No es porque fuera guapa, ni siquiera era hermosa… era otra cosa, un magnetismo inexplicable que atraía todas las miradas porque, ella, era el norte. La conocí cuando estaba a punto de partir de vuelta a casa, mis manos olían a especias, sus labios sabían a sal.

Durante el trayecto solo me invadían los recuerdos de una noche, una sola y maldita noche. Me llevaba los dedos a los labios y podía estar ausente durante jornada y media. Con el sotavento hincando sus dientes en las velas me venían a la cabeza recuerdos que antes había pasado por alto: su olor a Otoño, una constelación de lunares que nacían en su hombro, sus uñas afiladas que me atraparon.

La nostalgia ocupaba mis entrañas, en el poco espacio que me dejaba al vino aguado y el pescado en salazón. Era un espectro que pululaba por cubierta mientras caminaba al ritmo de unos latidos que ya no me pertenecían. Salté a puerto antes de que lanzaran las sogas, corrí para recibir mi salario y casi al instante estaba de vuelta para embarcarme de nuevo. Debía volver a las tierras de las especias.

El regreso se me hizo peor, las ojeras pretendían devorarme la cara, ya no me quedaban uñas que morder y las piernas me flaquearon cuando avistamos tierra. Volví a saltar antes de que las sogas volaran.

Nada en la taberna, nada en el hospicio, nada en ningún sitio. Pero solo tuve que cerrar los ojos y dejarme guiar hasta el norte. Primero escuché su risa, luego percibí el olor a hojas y más tarde, cuando abrí la puerta, la vi a ella.

Sentada sobre las piernas de otro marino, rodeándole el cuello con sus brazos y dejando al descubierto su constelación de lunares. Dejaba que hundiera su nariz en sus cabellos, incluso que sus manos anduvieran por sus piernas… y me cristalicé. Por un momento fui una estatua de sal, por girarme a mirar la perdición. Cuando decidí volver a vivir, solo el triste odio me alimentaba. Espero a que se vacíe el lugar, un espanto de hombre es fácil de ocultar.

Ella está barriendo, yo estoy aguardando, ella se recoge un mechón tras la oreja, yo sigo aguardando, ella se ríe de algo que ha recordado, yo aprieto la piedra que tengo en la mano, ella…ella ya no respira.

De entre sus cabellos mana la sangre que gotea entre los tablones de madera y su expresión aún guarda una pequeña sonrisa.  La cojo en volandas y la llevo al puerto, el camino de los penitentes siempre está oscuro y ninguna mirada curiosa nos interrumpe. La abandono entre las aguas de los arrecifes, se hunde mientras amanece y la sangre se diluye en el mar. Aún puedo darle un beso antes de que desaparezca. Sus labios saben a sal.

“Si solo sonara el silencioso surtido de sílabas en el sexo, si tu silueta sinuosa sucediera entre sol y  susurro, si mi severidad hubiera sabido que sirviente de la sirena soy, sin que sincoparan nuestros suspiros, ni siameses…solo un soliloquio del sarraceno soñador, sostenido por tu suculenta sonrisa. Semihombre sempiterno subordinado, sacrilegio sin salvaguarda. Si hubiera sabido que sirviente de la sirena soy, la soberbia se hubiera suplantado por subordinación… y este semihombre hubiera saltado como sacrificio.”

Arte de: Sonia MS

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