El cuento viene con banda sonora y todo: «Riders on the Storm» de «The Doors» pero algo mecanizada para la ocasión. Recomiendo ponerla para mejor experiencia =D
Cable rojo, luego el cable azul, marcar bien en la placa de teflón y sobre todo no liarse con los condensadores.
La luz del soplete ilumina el pequeño laboratorio-taller y se refleja en la máscara del soldador que trabaja encorvado sobre la mesa de trabajo. Se levanta la máscara para comprobar un pequeño esquema a lápiz que tiene en un trozo de papel castigado para luego seguidamente seguir soldando. Ráfagas cortas del soplete pronostican que el trabajo está a punto de finalizar y aún con las juntas al rojo vivo, mira su trabajo terminado desde varios ángulos. Relaja la espalda y suelta el aire contenido, deja el extraño aparato alargado y ridículamente pequeño sobre la mesa, y se levanta para comprobar el nanocultivo.
A través del microscopio puede ver como las estructuras se están reproduciendo en una perfecta neutralidad, casi puede ver sus imaginadas bocas pidiendo algo a lo que pertenecer. Sonríe sin sonrisa y se lleva la mano a las pocas cervicales que le quedan.
Deambula con el sonido de los inyectores que sustituyen a sus rodillas y decide mirarse una vez más. El trabajo de toda una vida: Toda la parte inferior fue sustituida hace siete años, más tarde se atrevió con el torso pero sin atreverse a modificar el interior, luego sustituyó el sistema digestivo por células de combustible y vio que tener boca era estúpido, así que también la eliminó. Luego trabajo en su cráneo, haciendo modificaciones en la propia masa del cerebro mediante incrustaciones y mejoras, cambió sus oídos por unos digitales, amplió las células de combustibles y también prescindió del corazón. A partir de ahí, trabajó en sus brazos hasta casi sustituirlos por completo con metal… haciendo recuento, solo conservaba los pulmones, tres cervicales, cinco torácicas, ambos húmeros, parte del cerebro, y los ojos; en los ojos reside la humanidad.
Un vistazo más por el microscopio le vale para saber que el nanocultivo está listo. Lo vierte en el dispensador que ha fabricado y aguarda un instante. Temblaría si conservara algo del sistema nervioso, su cara se vería invadida por la duda si aún la tuviera pero simplemente parece una máquina procesando la información.
Enchufa su cuerpo al cargador genérico que instaló. No puede evitar pensar en la ironía de que su cuerpo, o su vehículo, parezca en pleno ahorcamiento…no pretende morir, al contrario, pretende vivir. Un último vistazo a lo que le rodea antes de enchufar el vial casero en lo que sería su sien, otra vez la ironía del suicidio. Aprieta con fuerza y libera la carga.
El nanocultivo invade su cerebro y su mente. Devorando la información y reproduciéndola: la organiza, la clasifica y vuelve a empezar. Hay un momento que puede verse desde fuera y desde dentro a la vez, pero en unos segundos agónicos, todo finaliza y puede comprobar que los resultados son más que óptimos. Ha conseguido transitar la última frontera, eliminar por completo el cuerpo. Ahora solo es una mente que habita un enjambre de nanos. Ahora es un jinete sobre la tempestad.
Arte de: Carlos NCT
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