La voz de Eco

La cueva no era nada acogedora, mi pelo enmarañado estaba infestado de flores de todos los colores y ramas puntiagudas que sobresalían de mis bucles. Me había despertado de un sueño profundo de los que dejan legañas en las pestañas y grabados en la piel.  Mi voz, para nada liviana, temblaba y huía hacia paisajes menos salvajes. Era como si al salir de mis cuerdas vocales, las ondas sonoras buscasen escondites inhóspitos donde resguardarse, se colasen por las grietas de las rocas e hiciesen retumbar todo el horizonte. Cualquiera se hubiera sentido acompañado si por casualidad una atrevida frecuencia se hubiese arriesgado a rozar un conducto auditivo extraño.

Si una bella bióloga se hubiese topado conmigo, me hubiese catalogado en el reino de los anfibios. Todos los poros de mi piel dormían húmedos y desconcertados después de aquella noche. Sin embargo, el agua no había conseguido penetrar en mi conciencia que lo seguía reviviendo paso a paso y grito a grito. Las flores habían decidido buscar cobijo y arraigarse a mi cabellera. Y mi voluntad había sido víctima de una muerte dulce sin testigos aparentes.

Condenada a ser una trotamundos, vagaba por los caminos y los bosques sin rumbo. Solamente era requerida mi presencia vocal, el hilo de voz que me quedaba desde donde se colgaban los bellos milagros y las grandes heroicidades. La repetición era mi destreza y el bucle, mi mayor constante.  Todos se sentían acompañados, acogidos y seguros ante aquella desconocida incierta que contestaba a sus súplicas con sus mismas palabras. Todos escuchaban lo que querían oír, así mismos en otro lugar y en otro tiempo, haciendo de sus vidas algo más épico sin riesgo aparente.

Narciso había muerto. Una flor había dejado en el acto, hasta para resurgir de sus cenizas era exquisito. Y a su paso, había acabado con casi todo mi ser. Siendo su sombra, había conseguido terminar con la mía. Y yo solo podía repetirme que el amor mata, pero sobre todo el propio. A partir de ahora solamente se oíria el Eco y de él no quedaría más que una flor.

Relat oe ilustración de riastone.

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