
La ilustración es de Marina López
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Un silencio engañoso rodeaba cada rincón en el mundo conocido. Cada edificio, matojo y antojo estaba en suspensión, a la espera, conteniendo el aliento.
Un ser indefinido contemplaba la situación en la lontananza. Sabía que se trataba de un paso natural, pues así lo había dispuesto, pero ya no le importaba. Guardó las manos en sus etéreos ropajes mientras la escena se desdibujaba en una tormenta de arena densa y espesa. Si hubiera quedado alguien, habría saboreado la ceniza en esa tormenta.
Pronto comenzaron a formarse dunas naturales y el ser indefinido comenzó a deslizarse en una suerte de turismo topográfico cambiante y caótico. Un mar de ceniza y desperdicios sorprendentemente claros y limpios. Si hubiera quedado alguien, habría visto su expresión ausente y austera.
Anticipándose a su paso, más alientos contenidos junto al silencio engañoso. A su llegada, la tormenta de polvo crecía y se levantaba, pesada, lenta e inevitable. A su marcha, dunas llenas de historias que ya no concluirán.
Aunque llevan mucho tiempo queriendo convencernos de su ubicuidad, no es cierta. Quizá en su halo flotante albergue ciertas habilidades y sortilegios, pero la omnipresencia no entra dentro de ellas. Por eso no se percató de la doblez que surgió en la tercera duna, al sureste de su posición. Quizá si hubiera prestado atención habría percibido la pasión húmeda y vibrante que emanaba de esa pequeña doblez. Pero su atención estaba apagada por la terrible indiferencia de su rostro. Así que es imperativo que nosotros mantengamos esa misma indiferencia, al menos mientras concluye este acontecimiento futurible.
“Adamar” es una palabra en desuso y es entendible. Su sinónimo más cercano sería “enamorarse” pero es algo mundano, imperfecto y mortuorio. Adamar roza la perfección de un diamante, así como su dureza y pureza…y también es frío y distante. Parece una contradicción el amar de manera vehemente y hacerlo de manera distante, pero así es como el ser indefinido lo hizo con nosotros. El amor más elevado en nuestra invención, en nuestra ejecución y en nuestro recuerdo. Un amor lleno de pura indiferencia.
Si hubiera quedado alguien, habría contemplado el erial que ahora era el mundo. Perfecto en su silencio e indiferente a todo lo demás.
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