¿Dónde ha ido a parar mi genio creativo?
El público danza embriagado de emoción.
Pero para mi alegría no hay motivo,
pues otro juglar es quien hace la función.
En adelante solo intuyo desgracias.
Dudo que se me tenga en consideración.
Presagiado error fue acudir a estas nupcias:
desoí razones y seguí al corazón.
Se anunció mi estelar número con fausto
para dar más lustre al exitoso enlace.
Mi aparición arrancó el buscado aplauso
pero fui incapaz de soportar tal trance.
Se esperaba, como siempre, que cantase,
honrando a los amantes de voto sagrado.
El silencio atrapó cada franca frase
de mi oculta condición de enamorado.
Aprensión; era el momento culminante,
terror; ante el ardoroso abucheo y silbido,
vergüenza; la guardia subió a retirarme,
depresión; todo mi prestigio destruido.
Mi cabeza hubiesen servido en bandeja
si llego a recitar mi doliente letra
a nuestra recién desposada princesa.
Siento no haber cantado un verso siquiera.
Sacrificaría mi salud ilesa
por salvar entera mi alma juglaresca.
Sin mi destreza, ni mi arte, ni ocurrencia,
un bufón ocupa el lugar que tenía,
y aún así triunfa, tal es la injusticia,
para terminar de arruinarme este día.
Puedo llorar. Lamentar mis desventuras.
O quizá tornar mi propia peripecia
en balsámico remedio de costuras.
Destilar la belleza de esta tragedia
a través de alquímica literatura:
negar el drama y desatar la comedia.
La ilutración es de Miriam Iglesias, a quien podéis seguir en Instagram y Tumblr.