El primer inicio

vashet

CANCIÓN

Todo empieza con un frío escalonado. Nace en un poro díscolo que contagia a sus coetáneos y estos lo extienden como un tsunami. Al poco, todo el dedo pulgar del pie está en el ajo y, pronto, el pie entero sufre tal envidia que no dudan en entrar en ese frío escalonado. Tobillo, pantorrilla, rodilla, muslo…así hasta la mismísimas cimas de las orejas. Todo ha comenzado con un escalofrío, un estertor.

Tiritan los dientes y los ojos se cierran con fuerza, pero la chica no saca la porción de dedo gordo del pie del agua. Sin querer ha apretado los puños, las nalgas y la espalda pero el escalofrío, como ha venido, se va.

Como un ejército bien entrenado, su epidermis hace incursiones cada vez más agresivas en el agua hasta conseguir sentarse con las piernas dentro del agua. Las mira entre divertida y sorprendida, la deformación de la luz hace que parezca que no son suyas y le encanta la sensación de resistencia y flotabilidad.

Todos los nuevos inicios son duros, dependes de tu resiliencia, tus actitudes y aptitudes; pero son necesarios. Ventilar las habitaciones, coger otro camino distinto y a veces, escapar. Creo que son más duros los finales que los inicios, sobre todo porque aunque cierres la puerta, siempre te llevarás algo contigo. En este caso en concreto, el de nuestra casi nadadora, era mucho más duro el inicio que el final, pues nunca había tenido un final.

Vestía un bañador del color del mar y las nubes, su curiosidad rozaba lo asceta y su sonrisa estaba hecha de sinceridad y pasión. Nunca habéis visto a una niña tan sabia o a una sabia tan niña.

No podéis negarme que el momento más duro es cuando tienes que introducir tu cadera en el agua, dependes de la fuerza de tus brazos y el frío acusa mucho más esa zona, tanto que al final decides dejar actuar a la gravedad y te dejas arrastrar a la inevitable humedad. Su entrada en el agua pasa desapercibida y no vuelve a salir.

Dentro se deja llevar, cada músculo relajado y atenta a notar cada burbuja de aire que desespera por subir rozando su cuerpo. Mientras el aire va abandonando su cuerpo, ella se va hundiendo a ritmo constante y no es hasta que la última porción de aire la abandona, cuando todo empieza. De cada recoveco de su escaso cuerpo, asoman porciones de vida de diferentes colores, a cada pulgada que se alejan, crecen en tamaño y definen sus siluetas.

Esas siluetas fueron esparciéndose, naciendo, muriendo, cambiando, devorando y siendo devoradas y hoy en día siguen haciéndolo mientras la niña sigue cayendo con todo el cuerpo relajado. Las siluetas le importan un bledo y viceversa.

Los inicios son agotadores, cada año más porque envejecemos y nos damos cuenta de lo poco importantes que somos para el conjunto de todo un mundo. La niña no pensó nada de eso, la gota que dota a toda una roca de vida no le dio importancia, simplemente…fue.

Arte de: Amaya García

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