Fe

india

para B.

 Sigue habiendo tierra fértil bajo estos pies descalzos, hombre blanco. Siguen brotando plumas azules, plumas amarillas del suelo que pisamos aquella primera última vez, cuando todavía pensábamos que solo había un barro cuarteado que solo los animales que reptan y se esconden se atreverían a habitar y ni eso; barro que se apelmazaría entre los lagrimales secos de los niños. ¿Recuerdas aquel día, las luces de neón en medio del desierto, el olor a alcohol derramado sobre mis pieles? Sé que sí, como recuerdas que nos traías La Palabra y tu voz resonaba dentro de la carpa, como recuerdas que en nuestros rostros surcados en horizontal por un rojo de muerte no había un querer creer, había otra cosa, un miedo, un deseo de huir, un no, lo que dices no es verdad, lo que dices me duele en el pecho desnudo y no lo quiero, un cállate porque lo hermoso es el dedo del chamán ungiendo sangre de gusano, sangre de bestia sagrada sobre la herida infectada. La primera lágrima calló al suelo, entre tus botas limpias, y sonreíste, solo eso, un diente de sol brillando a la derecha de tu boca.

Cree.

y luego

Mira.

Y de pronto, en el mismo lugar que se había tragado mi agua apareció una pluma de color. Te arrodillaste y tiraste de ella hasta arrancarla. Me la colocaste en el cabello y de nuevo el diente dorado expuesto a la luz. El destello me cegó y al apretar los párpados otra lágrima y otra pluma.

Lo salvaje es la lucha. Observa tu cuerpo. Ocultas las cicatrices con pintura de guerra.

y luego

No he venido aquí para salvarte. No traigo paz. Tengo solo La Palabra y ella, como tú, es salvaje. Ella, como tú, es una guerra.

y luego

Volverás a tener sangre humana bajo las uñas y será la tuya y ya no tendrás miedo.

y luego el beso en la frente y el sonido de aquel extraño pájaro, inmenso pájaro, que se te llevó tan lejos.

Sigo teniendo los ojos surcados por el rojo de la muerte, pero a mi paso plumas verdes, plumas moradas brotan de esta tierra desde entonces y yo las recojo y las enredo en mi pelo. Y me hurgo en las heridas para extraer El Verbo y me maquillo con él las cicatrices. Que venga la guerra, hombre blanco. Ahora estoy armada y ya no tengo miedo.

Arte de: Samuel Hernández

Puedes ver más en: El asfalto es blando

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