Los Territorios de Caza del Emperador

“…Se habían alejado demasiado. Estaban perdidos buscando alimento para ellos y sus familias. No se habían percatado de cuánto se habían adentrado en los Territorios de Caza del Emperador. Encontraron algún monolito con una cinta dorada, pero los Territorios parecían enormes, seguramente no habría soldados suficientes que pudieran patrullar sus fronteras ni los pudiesen ver. Tomarían precauciones. Esperaban encontrar animales extraordinarios, campiña exhuberante… Pero el campo era más malpaís y quebradas que otra cosa, no tenía nada de especial y había muchas alimañas dañinas que nadie cazaba, salvo el Emperador se dijeron, muy de vez en cuando; ni aun
se alcanzaba a divisar su famoso Palacio. Cuando vieron un jabalí ni siquiera tuvieron tiempo de tensar los arcos: una lanza con cintas doradas lo atravesó y enseguida estuvieron rodeados por grupas anchas y figuras que amenazaban y reían a la vez. Los desnudaron y golpearon con las fustas. Ahora ellos eran caza en Los Territorios de Caza del Emperador…”

Siempre iba al baño con este texto de un cuento, supuestamente clásico, de aquel país, la lectura de un curso de formación sobre su cultura que se había llevado a la letrina, cuando un morterazo destrozó a sus compañeros de unidad, años atrás. Volvió a contemplar, repantingado en una sillón de oficina, las imágenes remitidas por el dron de los Territorios de Caza del Emperador. Llevaban meses sin observar movimiento animal significativo.

No había ni pájaros.

Relato de Pedro Miguel Lucía, Ilustración de Lazlo Kovacks

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