Hiedra cariñosa

Ilustración_sin_título 2Sé que nadie me creerá pero tengo que contar esta historia basada en hechos reales que le sucedió a la amiga de la vecina del amante de mi prima segunda. Hace unos meses, no pudiendo ser más exacta y concreta, Elena se independizaba por primera vez del domicilio familiar y se aventuraba a vivir una nueva vida en la ciudad. Nerviosa en el tren se mordía las uñas, y con la música de sus auriculares a todo volumen se preguntaba que le depararía el futuro. Faltaban dos paradas para llegar a su destino, empezó a mover el pie rítmicamente y se puso el abrigo con torpeza. Dio un traspié cuando el tren empezó a frenar y se dirigió a la puerta mirando con desconfianza ambos cristales para descifrar por dónde tendría que salir.

 

Bajó del vagón con una sonrisa inquieta, y pisó el suelo con fuerza como si en sus manos estuviera el poder de frenar la rotación de la Tierra con la suela de su zapato. Dio una inspiración alargada y se dispuso a andar con una aparente entereza sin tener ni la más remota idea de cual era su rumbo.

 

Sus pisadas eran firmes y decididas, y en una de estas, una hojita de hiedra quedó encajada en el relieve de la suela que dibujaba un mosaico de lo más enrevesado.

Tras perderse y no encontrarse múltiples y reiteradas ocasiones consiguió localizar su nuevo hogar. Subió las escaleras como si la mismísima parca le estuviera dando caza, y se equivocó 33 de veces de llave hasta que la puerta se entreabrió. Recuperó el aliento y casi instintivamente se dejó caer en el sofá. La hojita empezó a volar, y con picardía cayó rendida en una maceta. Ambas descansaron hasta la mañana siguiente.

 

Horas de descanso después, Elena se desperezó, se preparó el desayuno y se dirigió al balcón a fumarse el cigarro disfrutando de la brisa matutina. Aún sin ser una amante fervorosa de los vegetales se mostró piadosa y regó las dos macetas que decoraban aquella triste terraza. Apuró hasta la última calada y abandonó la casa durante unas horas. Cuando volvió, desde la puerta de la entrada, vio una silueta verde que brotaba de la maceta. Se acercó y vislumbró una especie de cabeza vegetal surgiendo de la tierra. Cualquiera habría huido al instante, pero ella optó por regar la maceta y darle de comer como si de un humano se tratara. Cada día, había más hojas, y más hojas, se entrelazaban y danzaban hasta que hace unos meses, Elena desapareció y nada más se supo de su maceta. Algunos dicen que de ese tiesto salió un hombre de lo más apuesto y que para poder vivir en paz se mudaron a la selva donde por fin echaron raíces. Otros dicen que Elena fue devorada por la planta que resultó ser carnívora. Yo creo que Elena se inventó todo esto para que nadie pudiese molestarla jamás ya que nunca confesó sufrir dendrofília* ( atracción sexual hacia árboles y plantas). Sea como sea, allí donde esté, si algo está claro es que el vegetarianismo nunca fue una opción para ella.

 

Ilustración de Riastone

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