«Es difícil empezar a escribir una historia dura, pero aún más difícil es escribirla sabiendo que mucha gente te criticará o directamente no te creerá. Me da igual, no escribo esto para hacer amigos. Escribo esto para sentirme mejor conmigo misma, porque hasta que no lo haga no podré superarlo.
Empezaré contando una historia de amor con mi príncipe azul…»
Detuvo la pluma antes de continuar escribiendo en su diario. Fuera se escuchaban pasos apresurados y pesados: había llegado la hora. Acarició las páginas hechas por ella misma, incluso emborronó la última línea de tinta fresca, daba igual… si alguien acababa por leer sus pensamientos y reflexiones lo tomarían como ficción.
Apartó las plantas que colgaban anudadas en las vigas de su casa de madera, toda su estancia olía a eneldo y ajenjo; no permitiría que la sacaran por la fuerza. Abrió la puerta con tanta energía que la turba se detuvo, entre asustada y confundida. A la cabeza de la gente, estaba él. Tenía una barba cerrada, su aspecto parecía el de alguien atrapado en una eterna adolescencia doliente: una estatura compactada y una nariz culminada por dos ojos abrumados por una inocencia difícilmente creíble.
“¡Bruja!” escupió ante la mirada dura de Aurora. Lo más curioso es que lo dijo dando un paso hacia atrás, con temor. Se escudó entre la marea de manos recias y entre los cabellos de alguien nuevo a quién había embelesado para definirse. “¡Bruja!” volvió a repetir, instando con gestos al pueblo para que lo corearan.
La gente es propensa a odiar, es una realidad fácilmente comprobable. Solo necesitan de una nimiedad para que salte la chispa. Existen personas aún peores que gustan de mirar desde lejos, quizá con la palabra injusticia atada a sus labios o simplemente con fingido despiste. La supervivencia y la autoconservación así lo dictaminan. Eliminar al diferente, aplastar a quien consideres inferior, desacreditar a quién nos perjudique, vestirse como aliado rebozado de empatía para conseguir únicamente tus objetivos egoístas. Aurora había aprendido esa lección de la manera más dura.
La condujeron al cadalso atada y agarrada por tres hombres robustos. Debían cruzar todo el bosque salvaje hasta llegar al pueblo y no sabían qué clase de tretas podía esconder la bruja. Quizá haría que los cuervos les picotearan los ojos o despertaría las nudosas ramas para empalarlos sin piedad. Aurora solo miraba el camino con determinación… había pasado el tiempo de pasar miedo, de enredarse en las pesadillas nocturnas, de guardar silencio mientras se vaciaba de lágrimas. Se enfrentaría a todo y todos.
La horca había sido retirada, pues todo el mundo sabe que a la magia solo se la podía ajusticiar con el fuego purificador. Una pira elevada aguardaba a Aurora. Lo peor de todo eso es que el fuego escalaría por los maderos de manera lenta. Si alguien se enfrenta a un fuego accidental y muere, normalmente lo hará por asfixia por el humo. Mientras ataban a Aurora, coronando la montaña de troncos, imaginó como el fuego le derretiría las uñas, le mordería la piel hasta topar con hueso o fulminaría sus ojos. Antes de que la quemaran, gritó con fuerza y sinceridad. Cada dolor, cada grieta y cada injusticia… el pueblo solo guardó silencio. Fue una muerte tan horrible que incluso su antiguo príncipe azul terminó por apartar la mirada mientras el fuego la consumía. Aunque debo añadir que esa noche, ese hombre durmió tan en paz como siempre.
Aurora despertó de nuevo en el bosque, sintiéndose liviana y etérea. La acompañaban todas aquellas víctimas, asesinadas, menospreciadas y usadas. Todas aquellas mujeres a las que gritaron, a las que agarraron del cuello, a las que les mintieron con un “te quiero”, a las que se conformaron con la tranquilidad porque no las dejaban ser felices. Un remanso de paz donde continuaron llegando mujeres, a pesar de los siglos y a pesar de los cambios, donde podían ser brujas de verdad.
Cuando leí las palabras de Aurora, no las tomé por ficción. Yo… te creo.
La ilustración es de Rosana González
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MUY BUENO ME GUSTA COMO ESCRIBES
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Gracias! Me alegro que te haya gustado =D
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