Inhala el humo con fuerza. Concéntrate, exhala y vuelve a inhalar. Es importante conseguir un ritmo continuo, encontrar la vibración que recorre el espíritu y trasladarla al cristal. No puedes pensar en qué quieres ver, eso no sirve de nada, debe manifestarse como una verdad innegable, del mismo modo en que una flor brota en la rama de un naranjo, con naturalidad.
Eso todo ya lo sé -se decía a sí misma Lucille, mientras repasaba mentalmente las órdenes de su maestra- pero no hay manera de conseguir ver nada.
Ya te has despistado otra vez. Examina tus distracciones, ¿De qué te sirven? ¿Acaso vas a conseguir algo perdiendo el tiempo en reproches y tonterías?. Vuelve a empezar. Inhala el humo con fuerza. Concéntrate, exhala y vuelve a inhalar.
¡Ahí está! Algo se aproxima, es una mujer, casi una anciana en el rostro, pero su cuerpo es firme, está fibrado. Está cubierta por una seda, danza, se mueve de manera muy suave, es sibilante, sinuosa. Espera un segundo. Soy yo. ¿Qué es? ¿Es mi futuro? ¿Qué significa esta imagen?
Un momento. Vienen más mujeres. El aspecto es similar, caras avejentadas sobre cuerpos jóvenes. Nos agarramos de las manos, bailamos, reímos y nos susurramos sílabas sueltas al oído que nos hacen sonrojar. Es como si fuésemos niñas que juegan con la pubertad. Pero no somos eso, somos ancianas.
Quiero saber más, no alcanzo a comprender. ¡No! ¡Estoy fuera de nuevo! ¡Qué desesperación! -gritó Lucille mientras abría los ojos por primera vez y resoplaba- nunca voy a ser capaz de controlarlo.
Basta, no seas niña. Yo decidí este camino. Quería ser parte del Oráculo, una sacerdotisa más y está claro que si me escogieron es porque tengo cualidades. Así que basta ya de tonterías. Inhala el humo con fuerza. Concéntrate, exhala y vuelve a inhalar.
Vuelven. Las misma mujeres de antes, ahora lo veo más claro. Bailamos, serpenteamos tendidas sobre el suelo. Sensuales. Nos agarramos de nuevo de las manos y todo se oscurece. Lo tengo. La imagen está en la bola, una nube negra que recubre el cristal. Fluye desde mi espíritu al cristal. ¡Lo tengo! ¡Espera, se desvanece!
¡Diosa!
¡Oh, Diosa!
¡No me lo puedo creer!
Ahí estamos. Yacemos en el suelo, muertas. Sacrificadas. Con un corte que sube del vientre hasta el cuello. ¡Oh, Diosa!
Es mi propia muerte la que veo. No lo puedo creer.
He sido bendecida con la mayor de las visiones. Ahora soy un Oráculo completo y ya sé en que momento entregaré mi vida a la Diosa.
No hay nada que me haga más feliz.
El arte es de Patricia Mbpec y podéis encontrar más en su Facebook y en su Behance