En la vida habitan poetas. Los poetas son seres que deambulan, que respiran entre pausa y pausa y son habituales de los caminos. Los poetas deberían extinguirse.
No existe especie más despreciable que los poetas. Están aquellos que les gusta acomodarse entre las letras, señalando las carencias, los detalles, las sensaciones rugosas y lisas, los pájaros que pintan las aceras. Luego están esos aún más detestables que deciden guardar silencio y vivir de piel hacia dentro. Ahorquemos a los poetas, lapidémoslos con la inanición de oídos sordos y zurdos abrazos. No merecen un solo segundo de nuestro tiempo.
Atrapemos a los poetas en cepos públicos, para que sirvan de diana del desprecio y hortalizas putrefactas; o seamos más crueles y castiguémoslos con nuestra indiferencia. El secreto está en que gustan de atenciones hacía su dolor y su sensibilidad sobrevalorada.
Se dice que la poesía es lo más útil de lo inútil, debemos ser prácticos y pragmáticos, debemos acallar aquellas letras mal puestas y retorcidas, aquellos versos-enredaderas que tamizan nuestros muros lisos y estructurados. No perdamos el tiempo, por favor.
También quiero hacer una especial mención a los falsos poetas, con andares taciturnos y ojos mentirosos, que se guardan las manos en los bolsillos para que no descubramos sus palmas sudorosas. ¿Queréis un reto, putos poetas? Escribir sobre la mierda de caballo y hacer que me estremezca. La poesía debería ser todo, o no ser absolutamente nada.
Inventemos la carencia de poesía. Encerremos ruidos en cajas acompañadas de imágenes insípidas, hedonismos de fácil acceso, masturbaciones del ego y aderezándolo todo con apatía desinteresada. Vivir tibios, entre capa y capa de horas y horas hasta que nos encierren en tablas de un árbol cualquiera… ese debe ser el objetivo.
Hagamos algo con esos poetas de dedos largos y comisuras hacia el sur, hagamos algo pronto. El riesgo es máximo y tenemos mucho que perder. Si no acabamos con los poetas, se dedicarán a identificar nuestra infelicidad, nuestra infidelidad mental, nuestro infumable camino y nuestra infatigable sed de infanticidio.
No perdamos la felicidad por ignorancia, no nos detengamos a contemplar, seamos trenes desbocados, seamos trituradoras, seamos tunicados anclados, seamos anclas oxidadas y estudiemos la profundidad y complejidad de nuestro ombligo.
Por favor os lo pido, acabemos con los versos a discreción, con el empacho del oxímoron y la prostituida metáfora.
Matemos a los poetas para que podamos dormir plácidos, para poder prescindir de las palabras, para que nos dejen morir tranquilos.
Arte de: Kowlaski
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