
El ruido de la puerta al abrirse, como si un huracán hubiese irrumpido en la sala, atrajo la atención de Pedro, que desvió la mirada de su pantalla para averiguar qué era lo que había provocado un escándalo tan inusual en la casi siempre silenciosa sala de sistemas.
Un hombre con actitud airada había entrado en la sala y se había plantado en el corredor central. Pedro no tardó en reconocer a Antúnez, el encargado de la flota de furgones de reparto, tras la cadena de pliegues rugosos y afectadas dobleces de piel que conformaban la permanente expresión de recelo que exhibía su rostro.
El recién llegado miraba alternativamente a las cuatro personas que estaban en la oficina, todas ellas integrantes del equipo de administración de sistemas y todas ellas guardando un silencio gélido, pertrechadas tras las anchas pantallas de sus equipos informáticos, tratando de hacer ver que estaban en mitad de importantes y urgentes tareas, y reacias, por tanto, a tomar la iniciativa de interaccionar con quienquiera que entrase en la oficina. Finalmente, el hombre preguntó quién se estaba encargando de la actualización de los navegadores GPS de los furgones y, de forma casi inmediata, tres dedos índice señalaron en dirección a la pantalla tras la cual Pedro trataba de ocultarse sin demasiado éxito. Conforme se aproximaba a él, Pedro descubrió que la supuesta ferocidad que había creído atisbar en el rostro de Antúnez iba transformándose poco a poco hasta terminar por convertirse, cuando lo tuvo apenas a un metro de distancia, en algo que se parecía más al preludio de un ruego desesperado.
Durante los instantes siguientes se desarrolló una conversación en la que el motivo de la visita de Antúnez no terminaba de quedar claro. ¿Estaba intentando decirle a Pedro que el navegador GPS de los vehículos no funcionaba bien? En realidad eso no tenía porqué suponer ningún problema, pues Pedro podía reemplazarlo por otro nuevo. Pero no era exactamente eso, no. No era que no funcionase bien, sino que no funcionaba igual que antes. ¿Pero lo importante no debería ser que funcionase bien, independientemente de todo lo demás?, se preguntaba Pedro. Si ahora funcionaba de una manera “diferente”, pero lo hacía igual de bien que antes, Pedro no veía ningún problema. Antúnez se negaba a aceptar cualquier tipo de argumento al respecto, e insistía en que, bueno, pues que ¿no sería posible hacer que el navegador GPS volviese a funcionar exactamente igual que antes?
Pedro no terminaba de entender cuál era el objeto de esa demanda de Antúnez y, aunque no estaba seguro de que fuese a conseguir hacerse entender, decidió llevar la titubeante conversación al terreno técnico, que era el que él dominaba. Señaló la pila de navegadores que tenía junto a la pantalla y dijo que tenían que actualizar todos los dispositivos de la empresa puesto que lo había recomendado el fabricante. “Renovarse o morir” era la directriz que le habían trasladado. Algunos navegadores ya habían sido actualizados la semana anterior, y Pedro se estaba encargando de los últimos que quedaban. En la pantalla, le mostró a Antúnez una ventana de texto en la que se recogían todos los cambios realizados en las sucesivas versiones del software de aquellos navegadores. Según Pedro, eso se llamaba “changelog”. Pero como Antúnez parecía no comprender, le explicó que era simplemente un registro de cambios. Entonces, Pedro preguntó a Antúnez cuál era exactamente la diferencia de funcionamiento que observaba respecto a la versión previa.
Mientras la mirada de Antúnez recorría de arriba abajo el fichero que Pedro había abierto en pantalla, su mente recorría a una velocidad muchísimo mayor su propia historia personal: el registro de cambios de su propia vida. A continuación se reproduce tan solo un breve extracto, pues la lista completa sería tan larga que se tardaría la edad que tiene Antúnez en leerla entera:
05/03/1975 – Actualización de diccionario. Pronuncia su primera palabra: chupete.
04/07/1993 – Primer trabajo. Aprendiz en carpintería. A punto de cortarse el pulgar el primer día. Corte en el dedo meñique a la semana. Por poco pierde el dedo. El empleo, sin embargo, sí lo perdió.
03/08/1993 – Segundo trabajo: repartidor de periódicos.
23/06/1999 – Obtención del carnet de conducir C1.
17/10/2002 – Aparece Sara, actriz y cantante pero no modelo. Cabe preguntarse si con esta podrá tener algo, o si será como las cuatro anteriores con las que al final nada de nada.
01/01/2008 – Nuevo puesto de trabajo: conductor en la flota de reparto de Trantiny S.A.
15/08/2009 – Actualización de estado civil. Boda con Sara. Al final parece que con esta va a ser que sí.
25/09/2010 – La voz de Sara es escogida para ser la que se use en las indicaciones de voz de la nueva gama de navegadores GPS de la compañía GisPilot. Se convierte en broma privada y recurrente que Sara ponga “la voz del GPS” cada vez que ve a Antúnez despistado, desorientado, perdido, dubitativo. Antúnez siempre se ríe con eso, por muchas veces que Sara se lo haga.
30/06/2015 – Sara es diagnosticada de cáncer. Comienza de inmediato un tratamiento que parece prometedor. Hay esperanza.
01/07/2016 – Trantiny S.A adquiere los navegadores de GisPilot para su flota de furgones de reparto. Tener la voz de Sara acompañándole a todas horas en el furgón provoca en Pedro un extraño efecto imposible de obviar. En las grabaciones percibe la voz de una Sara eterna, con una presencia incólume, una voz vibrante y afable como una brisa cálida en plena noche. Pero cuando regresa cada día a casa después del trabajo, inevitablemente descubre que a la voz de la Sara real, a esa voz que era una herramienta de comunicación perfecta, capaz de hacerle sentir cualquier cosa que se propusiera, cada vez le cuesta más ocultar que hay algo recóndito que la está erosionando.
03/11/2021 – El cáncer se lleva a Sara. De pronto, todos los lugares en los que Sara solía estar y donde ya nunca volverá a estar se convierten en profundos pozos, pozos oscuros inundados de una soledad indigerible, pero de la que Antúnez tiene que beber cada día. Solo hay un lugar que no ha caído bajo ese influjo funesto: el furgón del trabajo, donde Antúnez va acompañado por la voz de Sara en las rutas que configura en el navegador. El vehículo se convierte en una cápsula del tiempo en la que bromas, chismorreos y conversaciones del pasado resuenan con un eco que no se agota. Mientras tanto, en el exterior, de forma exasperantemente antagónica, todo tiene la consistencia de un abismo silencioso.
01/09/2022 – Trantiny S.A decide actualizar los navegadores GPS de sus vehículos. Entre los cambios que se incluyen en la nueva versión está el de usar una voz nueva para las indicaciones de las rutas. La voz de Sara, por tanto, desaparecerá tras la actualización.
Antúnez no estba de acuerdo con el trillado proverbio de “renovarse o morir”. Para él no había ninguna disyuntiva posible. Para él, en este caso, renovarse implicaba necesariamente morir.
Resignado, Antúnez decidió contarle a Pedro la verdad: quería que el navegador que él usaba en su vehículo fuese uno sin actualizar para poder seguir escuchando la voz de Sara. Pedro no sabía ni quién era Sara ni por qué querría Antunez escuchar su voz. Antúnez se lo contó, y Pedro concluyó que ante algo así solo tenía dos opciones posibles:
- Desestimar la petición, ateniéndose a las directrices que el fabricante y su propia empresa le habían trasladado.
- Contravenir las directrices y conseguirle a Antúnez un GPS con el software sin actualizar, aún a riesgo de meterse en problemas en caso de que en algún momento se llegasen a auditar los dispositivos.
Sin dudarlo ni un momento, Pedro optó por la segunda opción y, ante la pregunta de “¿desea continuar con la actualización de su dispositivo?” que se le mostraba en pantalla, pulsó de forma rotunda el botón del “No”.
Pero justo entonces recibe un molesto toque en el hombro que lo devuelve a la realidad. Sigue en la sala, sigue delante de su pantalla, y sigue con la pila de dispositivos pendientes de actualizar. Pero Antúnez no le está dando las gracias por cancelar la actualización del dispositivo, si no que le dice algo así como que se espabile, que todos los GPS tienen que estar actualizados cuanto antes, y que estás empanao, Pedro, y que en una hora quiero que esté todo terminado. Antúnez y su permanentemente receloso rostro abandonan la sala. Pedro inicia de nuevo la aplicación de actualización, y la pregunta “¿desea continuar con la actualización de su dispositivo?” vuelva a aparecer en pantalla. Aunque la aplicación le ofrece dos opciones posibles de respuesta, “Sí” y “No”, Pedro sabe que solo puede pulsar el botón del “Sí”. Esa es la directriz: renovarse o morir. Aunque en realidad él querría pulsar el “No”, porque pulsar “Sí” significa tener que comprobar que la actualización se ha instalado correctamente, lo que implica comprobar que la voz que narra las indicaciones es la voz actualizada, que casualmente es la voz de Eva, la ex de Pedro, y tener que escuchar de nuevo esa voz le resulta doloroso hasta el extremo. De modo que para Pedro renovarse no es la alternativa a morirse, si no que es precisamente lo que le provoca esa muerte. Y Pedro no se quiere morir. Así que necesita que el universo ponga a alguien de su parte.
Casualmente, en ese momento ve entrar en la sala a Alcácer, otro de los conductores. Parece perdido aunque, seguramente, piensa Pedro, estará tratando de disimular para que nadie sospeche lo que ha venido a hacer allí. Intuye que se acercará de forma intencionadamente casual a Pedro, le dirá que la voz del antiguo GPS era la de una familiar trágicamente fallecida no hace mucho, y que le traía buenos recuerdos escucharla y, bueno, pues que ¿no sería posible ignorar la actualización y hacer que el navegador GPS volviese a funcionar igual que antes? Y, por supuesto, Pedro estará deseando complacer desinteresadamente tan conmovedora petición.