
Ese día Julie había salido antes de lo acostumbrado de la escuela de arte dramático. Era día de examen, asignatura de de interpretación gestual, y tenía uno de los primeros turnos. Le había salido fatal, un desastre. Cuando dejó el aula no albergaba dudas de que la nota que le iban a poner sería un suspenso. Al disponer de dos horas extra, pensó en sorprender a André a la salida de su trabajo. Ya había quedado con él para cenar esa noche, pero la idea de adelantar la cita y pasar con él más tiempo le pareció una inmejorable manera de paliar su decepción con ella misma y con el mal rumbo que llevaban sus estudios.
André era profesor de química en la Universidad Pierre y Marie Curie, al otro lado del Sena. Julie recorrió con impaciencia las calles que trazaban el trayecto entre su escuela y el campus universitario. Mientras cruzaba el puente de Luis Felipe reconoció a André. Estaba sentado sobre la baranda, besando con avidez a otra mujer al tiempo que se fundía con ella en un abrazo apasionado. Julie se quedó unos segundos contemplando la escena, incrédula. André no reparó en ella en ningún momento. A pesar de que solo había unos pocos metros de separación entre ellos, Julie tuvo la impresión de que André y su amante se encontraban muy lejos de allí, ajenos a todo lo que pasaba a su alrededor. Cuando por fin asimiló lo que estaba sucediendo, Julie huyó de allí. Deambuló sin rumbo por la ciudad, conteniendo el llanto en cada esquina. El tiempo pasaba, y Julie no sabía muy bien qué debía hacer.
Se encontró con André más tarde, a la hora que habían acordado. Él la recibió con el mismo encanto al que ya estaba acostumbrada. Julie quiso echarle en cara todo, abroncarlo y acabar con él allí mismo. Pero la actitud de André la paralizó. De pronto lo veía como un mago de la interpretación, gestionando la mentira con una seguridad envidiable. No percibía en su manera de comportarse atisbo alguno que diese pie a sospechar que André ocultaba lo que ella había descubierto horas antes. Se preguntó si siempre había sido igual, si siempre actuaba con esa calculada perfección, con ella y con todo el mundo. Cada palabra y cada gesto le parecían ahora medidos y ejecutados con sobresaliente precisión, dictados por un guión secreto. En ningún momento fue capaz de interrumpir la función y quitarle la máscara, atenazada por sentimientos encontrados de odio y admiración.
Sintió que el rostro de André no era más que eso: una simple máscara. De repente se figuró que sus rasgos se difuminaban haciendo ininteligible su expresión, e imaginó que se disolvían en el aire poco a poco hasta desvanecerse, dejando tras de sí nada más que el espacio vacío. La imagen transmitió a Julie un frío repentino y paralizante.
No había sabido reaccionar cuando lo descubrió en el puente con aquella mujer. Huyó como si el hecho de interrumpir todo allí mismo fuese a suponer una vergüenza únicamente para ella, pero no para André y su amante. Era como si hubiese suspendido un examen al que no le habían dado opción a presentarse. Se sintió arrinconada de forma miserable, y lo peor es que todavía no había podido desprenderse de esa sensación. Tampoco supo reaccionar durante la cena, ni durante el paseo posterior a casa de André, ni siquiera cuando él comenzó a quitarle la ropa sobre la cama, exhibiendo el mismo apetito que había demostrado con aquella chica en el puente. André debió percibir algo extraño en Julie, porque se detuvo y le preguntó si todo iba bien. Era irónico, pensó Julie, que fuese ella quien estuviese estropeando el momento cuando era la única que no había hecho nada malo. Dio una disculpa vaga, aludiendo al mal día que había tenido en la escuela, y se retiró a un lado. Él fingió preocupación durante unos minutos. Pero al poco rato ambos se durmieron.
Cuando André se despertó, a la mañana siguiente, Julie ya no estaba. No encontró rastro de ella en toda la casa, salvo por un papel arrugado pegado a la puerta de la entrada. Una nota de Julie, creyó. Al acercarse se dio cuenta de que se trataba de una página que había sido arrancada de una agenda. Reconoció la letra de Julie, que había anotado la convocatoria de examen de la escuela de arte dramático, asignatura de interpretación gestual, en la fecha del día anterior. Además de eso, había un garabato que cruzaba toda la página, escrito a bolígrafo con trazos furiosos y profundos. Tardó en darse cuenta de que en realidad no eran rayas aisladas que se hubiesen trazado sin ningún propósito, sino que eran palabras que formaban un mensaje dirigido a él. El mensaje decía: “Vous auriez approuvé, salaud”.
Y esa fue la última vez que André tuvo noticias de Julie.