El fantasma de la kasba

RELAXING CUP OF TEA IN THE KASBA

Tras ser plenamente consciente de que me había convertido en un fantasma, llegué a pensar que en esta postrera condición ya nunca podría verme afectado por vicisitud o infortunio de clase alguna. Una vez muerto, ¿qué circunstancias podrían acaecer que me llevasen a una situación peor que la de haber perdido la vida?

La verdad es que nunca he tenido muy claro como he llegado a acabar de esta manera. Aunque una vez superado el desconcierto inicial, y asimilada la nueva naturaleza no vital de mi ser, dejé de preocuparme por lo que hubiese podido pasarme. Supongo que es como quedarse dormido viendo una mala obra en el teatro. En algún momento del tercer acto cierras los ojos, casi sin darte cuenta, y cuando los abres resulta que ya se ha terminado la función.

Mi sitio siempre había estado en la hacienda familiar de Saversdale. Y ahora, mi no existencia discurría igualmente, de una manera plácida e intrascendente, en esos mismos terrenos que en vida habían sido mi hogar. Desde la inasible dimensión paralela en la que me encontraba, asistía atónito a los dislates que se sucedían, sin solución de continuidad, en las licenciosas vidas de mis descendientes. ¿Pero qué podía hacer? En nada me afectaba ya lo que pudiesen hacer o deshacer mis ímprobos sucesores.

O al menos eso creía. Los inciertos designios que rigen esta no vida en la que me encuentro me tenían reservada una inesperada pirueta en el devenir de los acontecimientos.

Quizá pude haber sospechado algo la vez que me vi súbitamente transportado al museo Británico, donde mi bisnieto trabajaba como comisario. Por lo que pude entrever había llevado consigo un reloj de bolsillo al que yo había tenido mucho apego en vida, pues se trataba de un objeto que en mi familia había ido pasando de padres a hijos generación tras generación. Me pareció entender que mi bisnieto discutía con sus superiores acerca del valor artístico-histórico de tan preciada pieza. Pero mi falta de experiencia a la hora de manejarme en esta dimensión desconocida no me permitió anticipar si este episodio tendría alguna relación con lo que el futuro me deparaba.

Lo que despejó definitivamente cualquier sombra de duda acerca de lo que podía esperar de mi nueva condición etérea fue encontrarme súbitamente, no mucho tiempo después de lo del museo, en un lugar que nada tenía que ver con mi querida Inglaterra. Se trata de esta remota ciudadela que ahora es mi hogar, en algún punto de un lejano continente, donde mi inefable bisnieto estuvo de visita llevando consigo el reloj. Construcciones de ladrillo, de colores cálidos. Estrechas calles de firme irregular. Altos muros dibujando los límites del emplazamiento. Tal era la estampa que día tras día contemplaba. Los habitantes de este exótico lugar vestían ropas holgadas, y su piel era mucho más oscura que la de mis compatriotas. ¡Oh, mi añorada Inglaterra!, dudo que algún día pueda volver a contemplar de nuevo tus verdes praderas, o la suave luz de la mañana derramándose por tus húmedas tierras.

Curiosamente, aquí llegué a entablar contacto con otra presencia fantasmal. Con un fantasma autóctono, a quién traté de explicarle que mi bisnieto había viajado hasta ese lugar portando un objeto con el que de alguna manera yo tenía un fuerte vínculo, debido a lo cual me había visto irremediablemente arrastrado hasta aquí. Sin embargo, no entendía por qué todavía no había regresado a Inglaterra si hacía semanas que no advertía la presencia de mi bisnieto por ninguna parte.

El espíritu que aquí habitaba tenía mucha más antigüedad que yo. Según me dio a entender, se trataba del fantasma de un Rey que había habitado la ciudadela (la kasba, como él la denominaba) decenas de generaciones atrás. Me contaba que en ocasiones había sido capaz de manifestarse e intimidar con su presencia a la gente que hoy vive aquí. Y que eso atraía a muchos visitantes curiosos al lugar. También se jactaba de lo inmensamente rico que había sido en vida, y solía llevarme de visita a una cámara donde se conservaban los tesoros que había acumulado durante sus años de reinado: exquisitas alhajas, refinados perfumes elaborados con esencias pretéritas, una delicada biblioteca con encuadernaciones de oro y piedras preciosas.

He de reconocer que la compañía de aquel estrafalario personaje hacía más soportable mi estancia en la ciudadela. Pero de la noche a la mañana se esfumó sin dejar rastro. Pensé que quizá le había llegado la hora de abandonar definitivamente todo contacto con la vida terrena. Sin embargo, descubrí, durante una visita que hice en solitario a la cámara de los tesoros, que la mayoría de las piezas que allí se conservaban habían desaparecido. También descubrí, para sorpresa mía, que el preciado reloj que me había pertenecido estaba allí mismo.

Fue entonces cuando pude empezar a atar algún que otro cabo. Mi bisnieto había hecho, muy probablemente, alguna clase de turbio trato con algún marchante del lugar para adquirir parte de los tesoros y llevárselos al museo Británico. Mi reloj había jugado algún papel en esa operación sin duda, aunque desconozco si únicamente a modo de fianza o como moneda de cambio. No podía dejar de pensar en el fantasma del Rey, atrapado en alguna sala del museo, en Inglaterra, sin tener ni idea de cómo había llegado hasta allí, ni de qué era todo aquello que lo rodeaba.

Nunca se sabe a ciencia cierta lo que el destino le puede deparar a uno, pero en mi caso creo que iba a tener que hacerme a la idea de quedarme por aquí durante una larga temporada. Así pues, me resigné a permanecer en aquel lugar. O quizá solamente lo acepté. Se me escapa todavía si el enfoque para afrontar los asuntos en este mundo espectral es el mismo que se aplicaba para encarar los que correspondían a la vida terrena. Tratando de recuperar alguna de las viejas costumbres que tenía en Inglaterra, utilicé los desiguales peldaños de una escalera a modo de asiento y me relajé mientras me fumaba un cigarrillo. O más bien, mientras imaginaba que fumaba.

La ilustración es de Xoan de Arellano, a quién podéis seguir en Facebook e Instagram.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.