El Genio

Genious-I

Crecer significa adquirir nuevas perspectivas, ya sea sobre situaciones diversas que una se va encontrando, sobre otras personas; pero también sobre una misma. Algo parecido a esto me ocurrió una tarde que fui de visita a casa de mis padres.

Hacía un par de años que me había mudado a la ciudad y estaba muy feliz con esa etapa de mi vida. A mi casa volvía de vez en cuando de visita. Quizá menos de lo que a mi familia le gustaría. Ocurría que cada nueva visita seguía un mismo patrón, con leves variaciones. Si ponía al día a mis padres acerca de mis proyectos, mis ideas, o mi vida en la ciudad, sabía de antemano qué respuesta iba a recibir. Empezando por mi padre, que siempre tenía los mismos reproches hacia mi manera de hacer las cosas. Yo en realidad no me tomaba a mal las objeciones de mi padre. De hecho, cada vez que hacía alguna yo la aprovechaba para hacerle ver lo diferentes que éramos. Mi padre era marinero, o mejor dicho, lo había sido. Estaba retirado, pero todavía conservaba una visión tradicionalista de la vida, un tanto limitante para mi gusto.

Así, cada visita a mi casa significaba un salto al pasado que solo toleraba en su justa y exacta dosis. No porque no quisiese a mi familia, sino porque pensaba que nada me podían aportar ya. Esa misma tarde, sin embargo, descubriría que estaba equivocada.

Ese día, además, mi hermana también estaba de visita y había llevado con ella a su hija de seis años, Geni. Todos estábamos enamorados de ella. Cuando estaba presente, Geni se llevaba todos los afectos. Aunque los demás acababan por agobiarla a base de usar unas repetitivas y poco originales maneras de llamar su atención.

Mi sobrina me recordaba un poco a mí, curiosa y siempre en busca de estímulos. Y esa tarde quise proporcionárselos yo misma. Me quedé quieta, como una estatua, en un rincón del salón. Cuando las atenciones del resto dejaron de interesarle, Geni se acercó a mí, intrigada. Yo permanecía inmóvil. Ella me tocó, como queriendo comprobar si yo era realmente su tía de carne y hueso o solo una estatua que se le parecía mucho. Entonces yo reaccioné cambiando de postura repentinamente y volviendo a congelar mi expresión al instante siguiente. Geni se asustó, pero poco después una sonrisa comenzó a asomársele. Seguimos con ese juego un buen rato y no perdió en ningún momento la curiosidad por ver cuál era mi siguiente reacción.

El sentido de la maravilla es algo que los niños tienen muy presente, pero que no conviene dejar caer en el olvido. Seguro que a lo largo de su vida Geni verá un montón de artistas callejeros haciendo la estatua humana, y no se quedará contemplándolas a todas con el mismo estupor con el que me miraba a mí. Pero la capacidad de descubrir y de sorprenderse ante lo inesperado no debería perderla nunca. Supongo que en esta familia me tocaba a mí el papel de defensora del asombro. Porque, francamente, no veía a mi hermana ni a mi padre preocupándose de estas cosas.

Cuando mi hermana y mi sobrina se despidieron, mi padre me llamó al salón para hablar conmigo. Imaginé que para reprocharme algo acerca de los “superfluos” juegos que yo tenía con Geni. No creía que mi padre fuese a hablar conmigo en otros términos diferentes a los que me tenía acostumbrada. Para mi sorpresa, me pidió que me sentase a su lado y abrió un antiguo álbum de fotografías. Eran fotografías de cuando yo era niña, de las que había que revelar en un laboratorio. En una de ellas aparecía yo. Debía tener unos cinco años. Estaba frotando compulsivamente una de las viejas lámparas del salón. Mi padre me contó que por esa época estaba fascinada con la historia de Aladino y el Genio de la lámpara. Prácticamente tenía que leérmela cada noche.

Mi padre tenía unos recuerdos más exactos que los míos. De hecho, yo casi había olvidado esa historia. Pero tras oir su relato sí recordé la obsesión que tenía con la lámpara. A continuación había otra foto, en la que se podía ver a mi padre disfrazado de Genio de la lámpara, adoptando una pose majestuosa, muy metido en el papel. A mí se me veía gritando loca de felicidad por haber conseguido liberar al fin al Genio de la lámpara. Sin embargo, la imagen de ese momento que ahora me venía a la memoria no era como la que estaba viendo en la fotografía. En mi recuerdo, un enorme Genio había surgido mágicamente de la lámpara. Para mí había sido increíblemente real. Supongo que eso es lo genial del sentido de la maravilla. No solo te envuelve cuando presencias hechos extraordinarios, también puede sorprenderte ofreciéndote una nueva perspectiva sobre tu propia vida.

 

Genious II

Las ilustraciones que han inspirado el cuento son de Michel Casado, a quien podéis seguir en su página web, en Facebook, o en Instagram.

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