Un ser completo

Can't Be Truth - PabloRianel se despertó sobresaltada. Había escuchado el clamor del trueno al partir el cielo. Había luchado contra el envite del viento, cada vez más violento, que la empujaba contra las rocas. Había sentido el frío del agua salpicando su cara, cegando sus ojos y dejando un agobiante sabor a sal en su boca. Había notado el impacto y el tirón en su pierna, como si algo le hubiera arrancado la mitad de su ser con un solo y diminuto gesto. Había sentido miedo, y aunque eso no sirviera de nada, había querido gritar.

Con la respiración aún entrecortada recordó que en realidad nada de eso le había sucedido a ella. Todos esos recuerdos habían pertenecido a Newem. Ella los conservaba porque había podido ver al hombre unos instantes antes de que muriera. Lo justo para sentir lo que él sentía y guardarlo por un tiempo. El espíritu de aquel hombre era hermoso y brillante, pero como casi todos, ahora estaba confuso y perdido.

Se incorporó en la pequeña cama de madera y con un gesto desganado se restregó la cara. Aún estaba cansada. Desde el accidente no había dormido más que unas pocas horas. Mientras se preparaba la pira funeraria y se ultimaban los detalles, ella había tenido que ver a todos aquellos que lo habían conocido. Necesitaba pasar algo de tiempo con cada uno para poder captar sus sentimientos. No era un proceso rápido ni sencillo, pero era importante si le quería ayudar en su viaje.

Hizo un último esfuerzo, y por fin consiguió salir de la cama. Sentía cómo las mil y una historias que le habían contado se amontonaban en su cabeza. Cómo sus tripas y su pecho se revolvían y danzaban al son de los cientos de emociones distintas que había recogido para Newem. Se serenó, comió algo y tras una breve ducha fría salió de la pequeña cabaña.

El contacto de la hierba bajo sus pies desnudos y el calor del Sol de la tarde la reconfortaron. Era un día hermoso, cálido y sin rastro de viento. Mejor así.

Puso rumbo al bosque y dejó de prestar atención al mundo que la rodeaba. Se perdió en sus pensamientos mientras caminaba bajo una luz cada vez más tenue. Finalmente llegó a un pequeño claro. Aquel parecía un buen lugar.

Se colocó sobre un montón de hierba fresca y mullida, de pie, con el cuerpo relajado, tratando de captar la suave brisa que soplaba del Oeste. Con los últimos rayos de Sol cayendo sobre sus párpados, dejó que la luz besara su rostro hasta extinguirse. Apartó de su mente todos los pensamientos, concentrándose sólo en realizar la llamada.

Casi se había hecho noche cerrada cuando por fin estuvo segura de notar su presencia. Abrió los ojos y vio ante ella una silueta alada, pequeña, grácil y pálida. A veces la forma que adoptamos para volver responde más a quienes hemos querido ser que a quienes hemos sido realmente en vida. Menos mal que tenemos otra oportunidad.

Era el momento de eliminar el miedo y la confusión, de ayudar a aquel ser a comprender quién había sido, y lo que había significado. Para ello sólo necesitaba abrirse ante él, dejar que viera lo que ella había visto, que sintiera lo que ella había sentido cuando sin que se dieran cuenta había escarbado en los sentimientos más profundos de la gente, apoderándose de ellos.

Cerró los ojos y extendió las manos, jugueteando con la brisa, relajándose y abriendo ese rincón de su ser que había creado para él. Al principio sólo pudo ver las sensaciones más ajenas, las de rabia y frustración, los miedos que los demás había proyectado sobre él, o sobre ellos mismos.

Después llegó el dolor en oleadas. Primero el dolor ciego y salvaje que acompaña a la negación, después el amargo y profundo dolor de saber que uno ha perdido a quien quiere, y finalmente el dolor del vacío dejado, del espacio que no se sabe cómo llenar.

Una vez alcanzado este punto Rianel temblaba, sus lágrimas corrían libres por sus mejillas y el agobio de su pecho escapaba con un entrecortado sollozo. El agotamiento le decía que lo dejara, que ya bastaba, pero una luz diminuta y escasa le decía que no, que no parase ahora. “El dolor también pasa”. Y pasó, se fue convirtiendo poco a poco en una resignación muda y cansada que más que doler ahogaba.

Pero ese vacío inmenso también quedó atrás, tímidamente fue cediendo espacio a pequeños momentos de felicidad, a diminutas emociones de gozo, a recuerdos agradables, a abrazos, besos, y al calor del recuerdo bajo la luz de la alegría del haberlo conocido, en vez de la tristeza de haberlo perdido.

Rianel abrió los ojos y sostuvo la mirada al hombre que ahora estaba ante ella, translúcido y luminoso como una lengua de fuego. Aquellos ojos expresaban gratitud, lo habían visto todo. Fue un instante hermoso y fugaz que se extinguió rápido, como si nunca hubiera ocurrido. En el suelo donde había estado sólo quedaban ya las hojas y agujas de pino, mecidas por el viento frío de la madrugada.

Rianel emprendió el camino a casa, arrastrando los pies y haciendo ruido, descargada ya de todas aquellas emociones pero con el recuerdo aún fresco en la memoria. Sonrió. Era una recolectora de sueños, y aún tan cansada, le encantaba.

Arte de: Pablo

Si quieres ver más, visita: http://powl96.deviantart.com/

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